Y, por supuesto, la cosa no acaba aquí. Hace dos años fuimos a la piscina de Requena, las chicas de la Peña, Guillermo y Vanesa (una amiga de Requena). Allí toboganes no hay, pero hay un trampolín. Yo estrenaba bikini nuevo (que ya lo tengo prohibido por mí para ir a las piscinas). Y vale... Todo iba más o menos bien… hasta que decidimos tirarnos por el trampolín. MENOS MAL QUE NO ME TIRÉ DE CABEZA (Aún doy gracias, más que nada porque aún estaría en la piscina buscando el bikini). Pues eso, yo me tiraba de pie y como el trampolín está a dos metros del agua y tal, pues te hundías bastante y te desnudabas bajo el agua: eso sí, mientras subías te daba tiempo a colocarte en su sitio ambas partes del bikini. Hasta ahí todo bien… hasta que una vez de las que me tiro, de la presión empezó a dolerme un montón el oído. Y claro, tanto me dolía que no estaba yo pendiente del bikini. Consigo llegar a la superficie, salgo y sacudo la cabeza para que dejara de dolerme el oído. Consigo que se me pase el dolor y en eso que veo a Vanesa venir llorando de la risa hacia mí pero con cara de preocupada y me dice: “¿Te pasa algo?” Y yo le cuento lo del oído y que estaba bien y me dice: “Pues tápate”. Cómo no… las dos tetas al aire y lo mejor de todo es que en mi afán de destaponarme el oído, las tetas se movían al compás de mi cabeza por encima del agua. Nadamos hacia la orilla para no ahogarnos por la risa mientras veía cómo mis amigas se hundían intentando hacer lo mismo (llegar a la orilla, malpensados). Lo mejor de todo fue cuando al llegar, me señalan a la socorrista, la cual también se estaba meando de la risa a mi costa… Y luego, cuando pasa un rato y vuelvo a tirarme por el trampolín, estaba de fondo la socorrista con otro chico al lado, señalándome y hablando con el chico en plan: “Mira esta, que fijo que te pones las botas” Muy mal, muy mal…
Y os preguntaréis si todo queda aquí, pero no, aún hay más, aunque de la siguiente historia contaré la versión reducida por motivos de espacio y vergüenza (sólo algunos afortunados conocen la versión íntegra que NO VAN A CONTAR ¬¬).
Escarmentada por mis bochornos anteriores, decidí este año comprarme un bikini nuevo, sobre todo para ir a las piscinas. Éste tapaba algo más que los otros, pero aún así, también daba mucho fruto. Aunque con éste no he enseñado tanto como con los otros, por lo menos de la parte de arriba… La hazaña esta vez, ocurre en Aqualandia (Benidorm) Fuimos Guillermo y yo este agosto a pasar un día. Y nada más llegar, nos montamos (a petición mía) en la atracción más brutal: la de los toboganes gigantes que caes casi volando desde un montón de metros de altura… La primera vez me tiré por uno de cabeza y hasta ahí todo bien. Pero los otros eran de tirarse como en un tobogán normal y nada, al llegar abajo… pues de la velocidad y demás, el bikini se te ponía tipo tanga y como es lógico, hacía daño. Y claro, me tiro por 3 toboganes… y a mí me hacía daño, que me iba clavando todo el bikini en un bulto en la raja… y claro… Pues ya en el último tobogán de la atracción, se lo comento a Guillermo y me dice de poner los pies hacia abajo al llegar al agua, ya que así, aunque llevase ya el bikini tipo tanga, no me haría tanto daño al llegar al agua y entrar de culo… Y lo hice, claro que lo hice, pero por la velocidad y demás, sólo con un pie, con tan mala fortuna que me lo torcí y me hice un esguince, que tuve que arrastrar todo el día en el parque de atracciones, aunque a pesar de ello, monté en todas las atracciones coja…
Conclusión final: “Los bikinis los carga el diablo”
